
Esta mañana al regresar a casa vi a tres de ellos, tirados en la explanada, la gente les rodeaba al pasar, ella apenas se sostenía sentada, su compañero de aventuras se encontraba recostado sobre una mochila y el tercero en discordia, móvil en mano, la grababa, sólo a ella, mientras trataba de hacerla hablar. He pensado si ese tercero en discordia tendría el buen gusto de colgar esas imágenes en la red para que amigos y familiares, compañeros y enemigos de la susodicha la vieran en tan deplorable estado, se rieran de ella o sintieran vergüenza ajena ante esas imágenes. Me he preguntado qué puede llevar a un individuo como ése a realizar tales tomas que hieren la sensibilidad de cualquier persona en su sano juicio. Siempre he detestado a quien se aprovecha de los más débiles y este indeseable lo estaba haciendo. Seguramente a estas alturas ya correrá por la red esa imagen que para mi no es otra que la de la indignidad. Ver a esos chicos y chicas sin ser capaces de controlar sus gestos, sin ser dueños de sus actos, poniéndose en ocasiones en peligro, con tan solo cruzar una calle, me hace retrasar mi salida a la calle porque me produce dolor, tristeza y rabia y no creo ser sospechosa de puritana, melindre o mojigata.