jueves, 30 de agosto de 2012

LOS EUFEMISMOS


DAR A CADA UNO LO SUYO (ULPIANO)

No me gusta cuando nos empeñamos en no llamar a las cosas por su nombre. Y eso es lo que ocurre cuando se trata de disfrazar a la cadena perpetua con el sobre nombre de custodia de seguridad, que no es otra cosa que el alargamiento en diez años más de la condena impuesta por un tribunal al reo, cuyo delito cometido haya creado alarma social o el individuo en sí resulte un peligro para la sociedad, sin necesidad de ser terrorista, v.gr., José Bretón. Si actualmente la máxima condena en España puede ser de cuarenta años, con este "añadido" la prisión se podría prorrogar hasta los cincuenta años de cárcel. Esto sería lo más próximo a esa cadena perpetua que viene solicitando desde hace tiempo la sociedad en general, cuando se cometen delitos tan abominables y escabrosos como los de la desaparición de Marta del Castillo, el de los niños de Córdoba o antes tantos otros en los que la condena de sus autores resultó ser una nimiedad, si lo comparamos con el dolor tan profundo, el sufrimiento desmedido y sobre todo irreparable que causaron en sus seres más queridos, amén de la insidia y crueldad con que se cometieron y dieron muerte a personas totalmente indefensas.


Al parecer en la modificación que prepara el Sr. Gallardón en cuanto al Código Penal se indica que la pena podría ser revisada por Instituciones Penitenciarias en el caso de que el reo hubiera experimentado un cambio suficiente para que no se le aplique ese "máximo" al que antes hacía referencia. Y cuando leo esto me acuerdo de mi padre, que siempre ha dicho: "las personas nunca cambiamos para bien, en todo caso cambiamos para mal" y lo cierto es que el tiempo y la vida le han dado la razón. Los individuos que cometen este tipo de delitos, habitualmente no son locos que no saben lo que hacen. Lo saben perfectamente, distinguen el bien del mal de forma más que cumplida y son capaces de conocer el alcance exacto de sus actos y el dolor que infligen a sus víctimas, por lo que cabe preguntarse ¿qué es lo que van a cambiar estas alimañas?. ¿Por que tanto miedo en llamar a las cosas por su nombre? ¿por qué lamentarnos una vez y otra cuando ocurren este tipo de hechos sin que exista una condena de por vida a quien es capaz, no sólo de matar, sino de hacerlo con tanta saña, crueldad y dolor? ¿por que tenemos tantos complejos?.

La cadena perpetua debe de ser eso, perpetua, para siempre. Debe de consistir en privar, a quien comete un hecho tan aterrador, del bien más preciado que tenemos después de la vida, la libertad. Pero ademas debe de servir para preservar a la sociedad de individuos capaces de cometer, no sólo el más vil de los delitos sino de causar con su actuar estragos en quienes  tienen que seguir viviendo sin sus seres más queridos. Lo que la sociedad pide es que se haga justicia y por eso no puedo más que citar la definición que Ulpiano, -uno de los más grandes juristas romanos-, hizo de la Justicia: "Dar a cada uno lo suyo".

martes, 28 de agosto de 2012

IN MEMORIAM

Ruth y José

Ningún día como hoy le encontré tanto sentido al título que decidí darle a mi blog, "El derecho y el revés", no sólo porque en él podía tratar temas legales, (el derecho) sino también porque en ese mismo derecho podía hablar de las cosas bonitas de la vida, de mis experiencias satisfactorias, positivas, alegres o ilusionantes. ¿Que recoger en el revés? en el revés  iba a poder escribir precisamente de todo lo contrario, de aquellos problemas que nos preocupan, de situaciones injustas, de episodios negros que se viven a diario y que afectan a una o más personas o a la sociedad en general. Y hoy me toca hablar de ese revés, que en ocasiones nos da la vida, con la mano abierta, en plena mejilla y que hace que se tambalee hasta nuestro sentido. El revés de la desaparición, la tortura, la crueldad y la muerte de dos seres inocentes: Ruth y José.
No es la primera vez que estos hechos ocurren, pero sí quizás que se dan con ese grado de sadismo y  truculencia. Si al dolor de perder dos hijos, no se sabe (ni creo que llegue a saberse) en qué circunstancias concretas, le sumamos la crueldad añadida y gratuita de once meses de angustia, de desesperación, y de insomnio el resultado para la victima es devastador. Ese precisamente y no otro es el único propósito que siempre buscó su verdugo: infligir la pena máxima a la madre, que no es otra que la de exterminar a sus hijos. Porque la forma en que han muerto los niños no ha sido un asesinato,o más exactamente un parricidio, ha sido un exterminio en toda regla, donde el padre se ha ocupado de acabar del todo con sus cuerpos y con la más mínima evidencia física de vida a fin de que no se pueda acreditar a través de las pruebas biológicas oportunas su identidad exacta y tratar de eludir así su condena.
Mención aparte merece la Administración del Estado en sus distintos estamentos u organismos. El actuar del Juez instructor, sin conocerlo y sin saber más que lo que la prensa nos ha transmitido, merece un reconocimiento por su dedicación al caso, por la búsqueda constante de la verdad, y por mantener el criterio inicial de prisión para el acusado, basándose en la intima convicción de lo que vio y escucho y seguramente también en su experiencia e intuición. Lo mismo puedo decir de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Yo estoy convencida de que tenemos un cuerpo de policía muy profesional que cuenta con una excelente preparación y que ha dedicado todo su empeño y afán en la búsqueda de los dos niños Ruth y José. Lo que ya no tengo tan claro es que la policía cuente con todos los medios técnicos necesarios para que esa dedicación y afán se vean recompensados con un resultado que culmine en la resolución del caso, como ha ocurrido en esta ocasión. Fallos, porque somos humanos, los cometemos todos a diario, que duda cabe, pero cuando dichas  equivocaciones llevan consigo una falta de responsabilidad o una grave trascendencia, deben de ser debidamente reparados y corregidos. Es muy descorazonador para el justiciable ver que se tenga que acudir al ámbito privado para solucionar cuestiones que debería de resolver el Estado, porque causa desconfianza y porque yo vuelvo a preguntarme a quienes tenemos de gestores de nuestros intereses y sobretodo a qué se ha destinado nuestro dinero.
Por último no desviemos la atención de lo importante y sustancial. No es el momento de cargar la mano en la actuación policial sino de que caiga todo el peso de la justicia sobre un asesino despiadado al que habrá que imponerle la condena máxima porque no nos encontramos ante un enajenado sino ante un psicópata, que diferencia perfectamente el bien del mal, siendo precisamente él su más fiel representante.


lunes, 13 de agosto de 2012

A MARIBEL FEBRER O EL LENGUAJE DEL AMOR


EL LENGUAJE DEL AMOR

En ocasiones me dicen: “Que hijos tan cariñosos tienes”. Y es cierto, los dos lo son. Me demuestran a diario su amor y no sólo con palabras, -son habituales un te quiero mami, vuelve pronto o un que descanses, sino también con gestos como abrazos, besos, caricias. Se podría pensar que nacieron así y seguramente es verdad pero creo que también hay una parte de aprendizaje. Yo lo aprendí en mi adolescencia, de una mujer, de la que frecuenté su casa porque era amiga de su hija. Esa casa y esa familia siempre rezumaban amor sin ningún tipo de pudor. No digo con ello que no tuvieran problemas, o que esa madre no se enfadara cuando tuviera que hacerlo, o que fuera the happy family, pero a mí siempre me fascinó con cuanto amor, Maribel, les hablaba a sus hijas, a su marido, a su madre, a la que todos llamaban Abuelita Mari. Esa mujer tiene nombre y apellido: Isabel Febrer, Maribel para todos los que la conocemos. Me encantaba oírle decir: “Cristinita, mi amor trae esto o aquello”.  “Maribel, cielo avisa a abuelita Mari”. Ese afecto tan entrañable se extendía a todos los que convivimos con la familia Beviá-Febrer y a mi particularmente me caló tan hondo que pensé que el día que yo tuviera hijos les hablaría de esa forma tan afectuosa.

Una vez escribí en este mismo lugar que había conocido a mujeres en mi vida que me habían dejado huella,  por unas cosas u otras y que iría escribiendo y hablando de ellas y Maribel me marcó a fuego lo importante que es el lenguaje del amor y no sólo el oral, también el gestual. Lo importante de hablarles a los próximos con cariño y amor, demostrándoles a diario que les queremos, que nos importan, que les respetamos y que además no tenemos vergüenza en demostrarlo, en público o en privado, con testigos, con luz y taquígrafos o en la oscuridad de la noche arropando un dulce sueño y con el sello de un beso.

No quería dejar de rendirle este pequeño homenaje a Maribel, desde aquí, por lo mucho que me enseñó y porque nunca se lo dije. Hoy quiero que además de ella lo sepáis quienes me leéis  porque además he podido comprobar como esa forma de comunicación  me ha devuelto multiplicado por mil todo lo que doy y porque incluso cuando me enfado con quienes quiero suaviza en ocasiones la forma de dirigirme a quienes riño. Gracias por tu testimonio y tus enseñanzas que hoy forman parte de la mujer que soy. Un beso enorme lleno de cariño.