domingo, 15 de abril de 2012

UNA REAL DECEPCION

Nunca me he sentido monárquica ni tampoco republicana. Mi pensamiento ha sido que tenía que haber un Jefe de Estado en el país y si en este momento había un rey y lo que aportaba era positivo para España no iba a ser yo quien lo cuestionara. He de reconocer que a raíz del escándalo Urdangarín, después del discurso de Noche Buena, la figura del rey, al menos para mí, ganó en importancia y seriedad. Siempre le había visto un tanto frívolo pero eficaz en el arte de la diplomacia y eso sí, bastante discreto en su vida privada, algo tremendamente importante en cualquiera, pero en un mandatario de Estado muchísimo más. Frente a él, no sé si por solidaridad femenina, a la reina la había valorado más, pero ese mismo caso Urdangarín hizo que también cambiara mi criterio respecto a ella. Si siempre la había visto, y aún la sigo viendo, como una mujer inteligente, profesional, culta, sacrificada y discreta, sin embargo perdió valor por ese arranque de celo materno que mostró al marcharse a Washington para mostrarle su apoyo a su hija, a sus nietos y a su yerno, e imagino que sería en ese mismo orden. Su figura se devaluó porque pensé que por encima de todo era reina y no sólo había desoído la orden del rey de no viajar hasta allí sino que su primera obligación era mostrar apoyo a los españoles, a quienes  se deben por encima de todo. Esas seguramente son parte de las servidumbres del cargo.
Hoy la decepción respecto a la figura del rey y respecto de la propia institución es tremenda. Mientras el país en el que reina se debate entre el paro, la prima de riesgo, la pobreza, el rescate o no rescate, los desahucios y los recortes económicos en los bolsillos de los ciudadanos, el Sr. Rey, que diría algún que otro dirigente con chándal bolivariano, está de cacería mayor. No voy a entrar en quien pagó el festival porque imagino que a ese nivel nunca faltan “buenos amigos” dispuestos a agradar, pero todos sabemos que la mujer del César además de ser honesta debe de aparentarlo y en esta familia las apariencias brillan por su ausencia. ¿Cómo va a enfadarse el abuelo con Froilán si él se ha roto la cadera cazando elefantes en África?. Una vez más la campana salva a Marichalar y como nos descuidemos también a Urdangarín que pensará “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”.